¿Quién era realmente Robin Hood?. A esa pregunta han intentado, en vano, dar respuesta diversos historiadores.
Varios personajes podrían haber servido de inspiración a la leyenda de Robin Hood, pero aún ninguno se ha atrevido señalar, con total certeza, un nombre en concreto, y mucho menos ponerse de acuerdo entre ellos para diferenciar cuánto hay de real y cuánto de ficticio en su historia; o incluso si realmente llegó a existir.
La leyenda de Robin Hood se originó en el siglo XIII a través de las baladas de los trovadores. No fue hasta el siglo XVI cuando su historia fue impresa por primera vez, para posteriormente ser representada en plazas públicas durante los siglos XVII y XVIII.
De boca en boca y de mano en mano, el mito del valiente y justo arquero fue creciendo y llegando a todas partes, y de él se nutrió la literatura del siglo XIX con autores como Alejandro Dumas.
También el cine ha querido, en numerosas ocasiones, ofrecer su particular respuesta a tan enigmática pregunta, pero siempre inspirándose más en la vertiente legendaria de dicha fábula. Así es como en 1922 se produciría la primera película del honesto bandido de Sherwood titulada ‘Robin de los bosques’.
Ya en el cine sonoro, llegaría en 1938 la segunda versión -bajo el mismo título- de la mano de los directores Michael Curtiz y William Keighley, y protagoni zada por un carismático Errol Flynn. Esta versión, una de las más afortunadas, se convertiría, por derecho propio, en todo un clásico del cine de aventuras. Y si bien hoy día ha quedado bastante desfasada a nivel de vestuario, lo cierto es que sigue siendo, para un servidor, de lo más disfrutable.
Posteriormente llegarían más películas, pero ninguna que estuviera a la altura de aquella. Lo intentaron Henry Levin y George Sherman en ‘El hijo de Robin de los bosques’ (1946), Howard Bretherton con ‘El rey de los bosques’ (1948) o Kenn Annakin con ‘Los arqueros del rey’ (1952)
Walt Disney Pictures estrenaría su versión animada en 1973 con el escueto título de ‘Robin Hood’, y tres años más tarde llegaría una original -y crepuscular- propuesta inglesa a cargo del estadounidense Richard Lester, con unos Robin y Marian ya maduritos encarnados por Sean Connery y Audrey Hepburn, en la que sería una de las versiones más curiosas y románticas que se han hecho hasta el momento.
Ingleses, italianos (’Robin Hood y los piratas’, de Giorgio Simonelli) e incluso españoles (’Robin Hood, el arquero invencible’, de J.L. Merino) se atrevieron con el mito de Robin Hood, pero no sería hasta principios de los 90 cuando nuevamente los americanos realizarían una de sus más populares y exitosas versiones.
Con un gran despliegue de medios y un reparto de altura encabezado por un Kevin Costner en su mejor momento (un año antes había conseguido el Oscar a Mejor película y Mejor Director por ‘Bailando con lobos’) se rodaría ‘Robin Hood, príncipe de los ladrones’, una vistosa, comercial y sumamente entretenida superproducción propia de la década que ensombreció en taquilla y en elogios a la inglesa ‘Robin Hood, el magnífico’, producción cercana al telefilme que se estrenó también ese mismo año.
Un tiempo después, en 1993, Robin Hood sería objeto de parodia por el especialista Mel Brooks en ‘Las locas, locas aventuras de Robin Hood’, irregular comedia que supuso la última aparición del mítico personaje en la gran pantalla. Aunque cabe mencionar también que ha tenido su pequeño hueco en series de televisión, como en la ochentera y poco conocida ‘Robin de Sherwood’ (1984) o la más reciente ‘Robin Hood’ (2006), espantosa versión juvenil producida por la BBC.
Decididos a explorar o, mejor dicho, explotar una y otra vez las mismas historias, cuentos, leyendas y personajes de siempre (El Rey Arturo, Los Tres Mosqueteros, Sherlock Holmes…), Hollywood no ha podido resistirse a realizar, una vez más, una nueva versión acorde con los tiempos que corren. Esto significa hacer una producción más realista y cruda, que se aleje de la leyenda y se acerque, lo máximo posible, a la figura real de aquél famoso ladrón que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.
Inglaterra, siglo XIII. Robin Longstride (Russel Crowe) es un magnífico arquero que lucha al servicio del rey Ricardo Corazón de León contra las tropas francesas. Años y años apartado de su hogar por la guerra, Robin decide regresar a casa cuando Ricardo muere en el asedio a un castillo francés.
A su regreso a Nottingham, Robin entrega la corona del rey a su hermano Juan (Oscar Isaac), sucesor en el trono. Éste se convierte ipso facto en el nuevo gobernante de Inglaterra, y empieza a dirigir el país con mano férrea.
En un intento ruín de enriquecerse a costa de un debilitado, empobrecido e indefenso pueblo, Juan decide cobrar a la fuerza unos impuestos que le permitan reinar con todos los lujos posibles a su alcance. Para llevar a cabo tales y exorbitantes impuestos, pone al cargo a su amigo Godfrey (Mark Strong), quien saquea a los habitantes de Inglattera con el uso de la fuerza.
Estos actos ponen al pueblo en contra del nuevo Rey, lo que debilita su posición ante el enemigo francés. Como ya estaba planeado, esta situación beneficiará a Godfrey, quién aprovechará para traicionar a Juan y ayudar a los franceses a conquistar tierras inglesas.
Dispuesto a defender su patria y a lady Marion (Cate Blanchett), la mujer de la que se ha enamorado, Robin tomará partido en el asunto, y juntará a un valiente y leal grupo de guerreros para intentar unir al pueblo y hacer frente a los invasores.
Lo que en un momento empezó llamándose ‘Nottingham’, con Russel Crowe como el Sheriff de Nottingham y Christian Bale en el papel de Robin Hood, pasó luego a considerarse como una dupla del propio Crowe para ambos papeles. Finalmente, la cosa quedó en Crowe como el famoso arquero y
Matthew Macfayden (’Death at a Funeral’, ‘Frost/Nixon’) el malvado Sheriff. En este punto, cambió también el título, y pasó a llamarse simplemente
‘Robin Hood’.
La idea que se tenía en mente era la de contar una historia diferente de las que hubiésemos visto hasta el momento. Conocer al personaje desde sus orígenes, antes de convertirse en la leyenda que todos conocemos.
Para ello se contrató a los guionistas Ethan Reiff y Cyrus Voris, responsables de ‘Kung Fu Panda’, que vieron cómo su guión no convencía -a Crowe, a quien menos- y sufría la reescritura de Brian Helgeland, autor de ‘L.A. Confidential’, ‘Mystic River’ o ‘El fuego de la venganza’.
El supuesto trío amoroso entre Robin, Marion y el sheriff desapareció, y se decidió enfocar la historia por otros derroteros no tan románticos.
Más interesados en los acontecimientos políticos e históricos de la época, se decidió ubicar a Robin dentro del grupo de arqueros del ejército del rey Ricardo I de Inglaterra en un momento en que el país se encontraba en plena bancarrota debido a la guerra contra Francia. Este conflicto dejó al pueblo sumido en la miseria, ya que el dinero y los hombres con suficiente edad para empuñar un arma fueron destinados al combate.
Este es el contexto de esta película, y la historia de Robin Hood se desarrollará entre la muerte del rey Ricardo y la elaboración de la Carta Magna.
El primer tramo de la película nos muestra la feroz contienda que llevan a cabo ingleses contra franceses. Ahí vemos por primera vez a Robin Longstride, un arquero de entre tantos que lucha a cambio de una buena paga con la que mantenerse. La muerte del rey supone un punto de inflexión que, debido a otra circunstancia, impulsará a Robin y a sus compañeros a abandonar la lucha y regresar a sus hogares.
En cumplimiento de una promesa hecha a un noble caballero, Robin se dirigirá a Nottingham, y ahí es donde conocerá a Lady Marion.
El resto es un revoltijo de traiciones, injusticias, venganzas, linchamientos, coqueteos y canciones.
Algunas voces se quejaban del exceso de diálogo y la falta de acción de la película. Lo cierto es que eso no supone un problema si esos diálogos merecen la pena y la trama y los personajes son lo suficientemente atractivos como para sostener el film sin necesidad de mucha pirotecnia. Y así ocurre aquí.
Las batallas y diversos combates más potentes y espectaculares se concentran básicamente al inicio y al final de la película, siendo la parte intermedia la destinada a desarrollar la historia en sí y a sus personajes.
Respecto a lo primero, Scott vuelve a demostrar su enorme destreza tras la cámara para las escenas de lucha, como ya hizo en la exitosa y oscarizada ‘Gladiator’ o en la fallida ‘El Reino de los cielos’ (el director’s cut mejora considerablemente el pestiño exhibido en cines, pero no lo suficiente como para considerarla realmente buena).
Los enfrentamientos son espectaculares y enérgicos, y la mayoría rodados con cinco o doce cámara a la vez, lo que permite un mayor campo de visión y enfoque del escenario y sus combatientes; lo que luego permite seleccionar y componer las secuencias de la forma más dinámica e intensa posible, dejando muchas veces lugar a la espontaneidad de los propios actores, especialistas y extras.
El transcurso de la historia es de lo más llevadero, con lo que dudo que el espectador pueda llegar a aburrirse en ningún momento, pese a contar con un metraje de casi dos horas y media.
Los personajes están bien perfilados, tanto en lo que respecta a sus virtudes como a sus debilidades. Identificamos fácilmente la posición que ocupa cada uno de ellos en la historia y su propósito en ella.
En ese sentido, los personajes claves son Robin Hood, Lady Marion, Godfrey y el Rey Juan, apoyados éstos por diversos secundarios que les complementan a la perfección, aunque algunos de ellos queden en un plano demasiado secundario (el consejero interpretado por William Hurt o los compañeros de Robin).
Hay que destacar que la película hace gala, de vez en cuando, de un adecuado y picarón humor, que ayuda a hacer un poco más ligera la trama. Los Merry Men, es decir, los compañeros de Robin, aportan su toque cómico en varios momentos, al igual que el simpático fraile -y apicultor- interpretado por Mark Addy (’Full Monty’), que conserva las características que siempre ha mostrado en las distintas versiones realizadas (su propensión a la bebida, que no falte).
También la relación amorosa que se establece entre Robin y Marion es amena. Lo que empieza como una unión de conveniencia y a disgusto sobre todo para ella, va poco a poco convirtiéndose en una relación de respeto y luego afecto.
Los piques iniciales son divertidos, y en conjunto, su historia no resulta empalagosa ni demasiado forzada, y se beneficia bastante de la compenetración entre ambos intérpretes.
También es de agradecer -a mi gusto- que no hayan emparejado a Crowe con una jovencita tal como se pretendía al principio (Sienna Miller era la candidata rumoreada), sino con una mujer sólo cinco años menor que él.
No tanto por alejarse de la constante habitual de emparejar puretillas con jovencitas, ya que cansa un poquito, sino por la credibilidad que necesita el tipo de personaje que es Marion, una mujer que durante los 10 años de ausencia de su marido, habiéndose casado siendo jovencita, ha tenido que cuidar con autoridad de sus tierras, y eso la ha hecho valerse por sí misma sin necesidad de tener un hombre a lado, manteniendo así un orgullo, una dignidad y una tenacidad inquebrantables. Y ese papel lo lleva adelante Cate Blanchett con asombrosa naturalidad.
Por su parte, Russel Crowe poco tiene que demostrar a estas alturas, por mucho que algunos no le soporten. No es precisamente el tipo más simpático del mundo, pero eso no debe utilizarse para medir -y despreciar- su calidad interpretativa, la cual ha quedado demostrada en numerosas ocasiones, haciendo gala además de una notable versatilidad (muy recomendable su intervención en ‘El Dilema’, de Michael Mann).
Evidentemente, el papel de héroe lo afronta siempre con garantías. Y como ya ocurría en ‘Gladiator’, el guión le permite lucirse bastante en ese aspecto.
No faltan las peleas cuerpo a cuerpo, las risas y colegeo entre compañeros, los arrumacos con Marion o los discursos estimulantes a la muchedumbre. Y si ya las lecciones de jinete las traía aprendidas, aquí el actor ha aprendido a usar el arco como si hubiera nacido con uno bajo el brazo.
Del resto del elenco tampoco se pueden sacar pegas. Desde el despreciable Godfrey, interpretado por Mark Strong, cuyo rol de villano domina a la perfección, hasta el eficiente Oscar Isaac como el déspota Rey Juan, pasando por veteranos de la talla de William Hurt, cuya sobria interpretación casa adecuadamente con su personaje.
Kevin Durand -muy activo últimamente- con sus dos metros de altura interpreta a un imponente y atlético Little John, al que casi siempre hemos visto como un tipo oriundo y fortachón. Scott Grimes, visto en series como ‘Urgencias’ o la sobresaliente ‘Hermanos de Sangre’ (dato curioso: también era el niño de 14 años que hacía frente a los Critters en las dos primeras entregas de la saga), interpreta alegremente a Will Scarlet; y el debutante Alan Doyle, cantautor en la vida real, es el trovador que ameniza algunos pasajes de la cinta.
Danny Huston y Matthew Macfadyen tienen una aparición bastante discreta. El primero porque interpreta al rey Ricardo, que como ya se ha comentado, muere al comienzo; y el segundo porque su personaje, el Sheriff de Nottingham, no es vital para la trama que aquí nos cuentan.
A destacar también a Eileen Atkins como la solemne Leanor de Aquitania, y al siempre impecable Max Von Sydow, que a sus 81 años sigue dando el callo y ofreciendo lo mejor de sí mismo.
Técnicamente, la película es excelente, como ya era de esperar tratándose de una superproducción.
Grandes decorados construidos para la ocasión y acabados digitales convincentes para algunas tomas panorámicas que requieren de mayores escenarios y/o de mayor cantidad de elementos de relleno (ya sean barcos, edificios o personas). Además de un apropiado vestuario de Janty Jates, que ya ganó un Oscar por su magnífico trabajo en ‘Gladiator’ y que colabora por quinta vez con el director.
Las imágenes vienen acompañadas de una potente y épica banda sonora a cargo de Marc Streitenfeld, compositor que ya ha trabajado con Scott componiendo el score de ‘Red de mentiras’, ‘American Gangster’ y ‘Un buen año’, además de supervisar el apartado musical de ‘El reino de los cielos’.
Con todo ello, ‘Robin Hood’ es una espectacular, épica y emocionante película de aventuras. Una suerte de precuela que termina ahí donde todas las demás empiezan; cuando la leyenda de Robin Hood no hace más que comenzar.
Una visión distinta de este emblemático héroe y un espectáculo francamente recomendable.