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sábado, 10 de marzo de 2012

‘John Carter’, crítica. Jamás la Disney rodó algo tan espectacular, y las expectativas son el arma de doble filo


Yo era como Ustedes. Un tipo desconfiado después de los dos últimos intentos de la Disney de montar una franquicia en live-action tales como ‘Prince of Persa’ y ”El Aprendiz de Brujo’ y quedarme a medias o incluso en nada.

Productos puramente palomiteros pero de los queno quedaba poso alguno en la mente del espectador, que ya no sólo pasaba página sino que además evitaba de un segundo visionado, característica la cual hace que un film pase de ser normalito a imprescindible.

Encima ‘John Carter’ se presentaba apriori como la primera película en acción real de la Pixar, habiendo perdido por el camino dicho apelativo y quedando sólo Andrew Stanton, director de ‘Wall-E’ o ‘Buscando a Nemo’. Eso junto a una campaña que no se ha cortado en espectacularidad y que provoca de forma automática en todos un tufo de ‘mucho ruido y pocas nueces’ o los consabidos ‘haters’ instantáneos, hacía que ‘Carter’ estuviera casi más maldita que bendecida antes de su estreno.

No sólo pasa con ‘Carter’, ocurre con casi todos los blockbusters de más de 150 millones que se presentan todos los años.

La diferencia es que este film te quita los prejuicios cuando acaba el metraje. Si alguien la tiñe de aburrida, mal concebida o de efectos especiales mediocres, es que no necesita leer ni esta ni ninguna otra crítica para seguir odiándola, porque ‘Carter’ es todo lo contrario.

Como titular básico diremos que es la película más espectacular jamás rodada por la Disney, y eso no se lo quita ni los posibles fallos que en dos horas y poco evidentemente tiene que tener.

Como cualquier otra que se atreve a tan monumental duración, que lo fácil es hacer algo bastante decente en 90 minutos.

La historia de la adaptación de ‘John Carter’ es tan antigua que de haberse llevado a cabo los primeros planes de rodarla como film de animación estaríamos ante la primera película Disney de la historia, mucho antes que ‘Blancanieves’ en 1937. Tras un conato de producción a cargo de Harry Harryhausen, la Disney se hizo con los derechos en 1980 pasando por sus instalaciones gente como Tom Cruise y directores como Robert Rodriguez y Jon Favreau, el que más cerca estuvo de hacerse con el puesto y que posteriormente confesaría que mucho de su visión de ‘Cowboys & Aliens’ venía de sus ideas para ‘Carter’.

Es lógico que tras 32 años de desarrollo, uno termine pidiendo que la película sea lo más de lo más. Les ha dado tiempo para innovar en tecnología, para que las cumpus hagan maravillas, para que el 3D de empaque al conjunto y para que el guión no tuviera la más mínima laguna, que es el pilar principal sobre el que nos apoyamos para no calificarla de coñazo absoluto.

Ya no valen los millones y el CGI. Si no se funden efectos, historia y fondo a la perfección, el film no pasa el corte:

Para mi, la película pasa el corte y lo supera. Lo que nos ha atrapado de ‘John Carter’:

- Los efectos digitales/visuales. Si por algo hay que ver ‘John Carter’, aunque sólo sea por saber de qué se habla, es por su insuperable apartado de efectos. Ya hemos dicho que estoy es tan evidente como el inexorable paso del tiempo y las mejoras digitales, pero no es lo mismo gastarse 200 millones y que el CGI sea arrollador a gastarse 200 millones y que el CGI sea cautivador, integrado a la perfección en la trama e imprescindible en la historia.

La Disney nunca había apostado por tal cantidad de efectos y tan bien aprovechados. Nada está fuera de su sitio ni se hace alarde sin necesitarlo, lo que consigue que no asistamos a escenas innecesarias y de homenaje ridículo a los millones que se gastan.

- Tas Tarkas y los barsoomianos. Impresionante, el mayor logro del film sin dudarlo. Nos hemos creído que los spots y trailer nos mostraban el principal atractivo del film, consistente en naves espaciales y monos blancos gigantes, pero yo nunca caí en la cuenta que tener durante hora y media a unos tipos verdes que son coprotagonistas por derecho de la historia podía echar todo el esfuerzo de la Disney al tacho.

Y no lo hace, porque gozan de tal carisma que uno al final no tiene la percepción de que son CGI o están pixelados. Provocan ternura (Sola), terror (Tal Hajus) y una presencia inolvidable, como la de Tas Harkas, que le roba las escenas a cualquiera de los otros actores, incluidos al propio Kitsch.

- El orden de la historia. Si cierro los ojos soy capaz de visualizar el prólogo, la parte central y epílogo de la película. El guión de Andrew Stanton y Michael Chabon está impecablemente estructurado, fiel a lo que esperaba de ellos. Se nos presenta a Carter en su forma humana y arrogante durante un inicio algo titubeante, pero que remonta por completo cuando el protagonista pisa Barsoom y termina de forma magnífica con unos veinte minutos en los que no se bajan los brazos y que dan la sorpresa final al espectador.

- La dirección de Andrew Stanton. No le puedo poner muchos ‘peros’ a su gestión, pero el director sabe contener de forma loable tanto derroche visual y de efectos digitales. No se le escapa de las manos una producción que tenía todas las papeletas de convertirse en una demostración de ostentación que no iba a ningún sitio y que sólo se movía por 3D y por monigotes corriendo y luchando.

-La Banda Sonora, grande Michael Giacchino (’Up’) y que encaja como un guante en toda la película, con momentos de auténticos ‘pelos de punta’.

‘John Carter’ al final ha devenido en un film que puede ser ya una de esas películas de aventuras que se disfrutan durante años y años, y que se verá mejor y mejor con cada visionado. Una locura.

Yo iba con pocas expectativas, porque ya me olía un ‘Prince of Persia 2′, pero las sorpresas se dan cuando uno menos lo espera.

Siempre hay que tener en cuenta que algo puede fallar, o estar más desentonado con el resultado final. A uno les parecerá que todo el metraje desentona, la odiarán o lo peor, ni siquiera le darán una oportunidad, peropocas cosas cambiaríamos:

- La relación entre Kitsch y Dejah Thoris. A ‘John Carter’ le ha faltado una entrega más para dejar a la lógica las emociones humanas. Ciertamente la pasión entre Kitsch y Thoris es tan previsible y apresurada como que en 20 minutos pase de odiarse y besarse desesperadamente. Me recordó a ‘Prince of Persia’, curiosamente, puesto que se repite una parte de la estructura del viaje y hallazgo mágico entre ambos protagonistas para desatar el amor para toda la vida.

Les hubiera dado más tiempo o no los hubiera juntado hasta muy final, final….pero no podemos ir en contra de lo que el propio Edgar Rice Burroughs dejó escrito, y gracias a Dios Lynn Collins está espléndida.

- Las ‘movidas’ políticas. Hay un momento, muy corto, pero lo hay, en el que me perdí completamente en la maraña política de Barsoom, con idas y venida entre un gran Cirian Hinds, su princesa y demás cuestiones palaciegas. Eso hace que Carter y Thoris vayan primero a un sitio, luego regresen a otro, luego viajen a otro…en fin, menos desplazamientos interestelares hubieran sido perfectos.

- El villano. Muchos dicen que un film es lo que su villano produce. ‘John Carter’ es lo que Tas Tarkas y Marte produce, pero no su villano. El regente de Zodanga no está fuera de lugar, pero no pasa de ser tan amenazante como su guantelete cósmico, que podría tenerlo cualquiera.Mark Strong como el enigmático Matai sería la auténtica entidad maligna de la historia, pero también resulta algo flojo.

Muy al contrario, los barsoomianos son una plaga al principio, y los monos blancos una pesadilla al final.

El problema es que para arreglarlo hubiéramos necesitado sangre, un ser despiadado y un contenido más adulto..

- ¿Más humor?, no sé, no sabría decir si es necesario porque la película funciona perfectamente con lo que tiene. No es una película de acción con un personaje bajito y secundario que de el toque gracioso al guión. Lo único bajito es el perro, homenaje palmario a la Pixar, y tampoco es que esté ahí todo el tiempo.

‘John Carter’ es divertida, entretenida, espectacular y todo un goce visual en 3D, un 3D por el que merece la pena pagar, tanto por sus paisajes, texturas, como por lo sutil que se integra en toda la película.

No puedo decir que es la perfección del género, porque no existe, pero cumple con lo que le pedimos siempre a este tipo de producción: quedar pegados a la butaca, disfrutar, evadirse durante dos horas, viajar a un Marte asombroso y disfrutar como el niño que ya dejamos olvidado hace años, cuando nuestra mente analítica obsesiva nos cierra las puertas al relax.

¿Los que piensen al contrario’, total, siempre hay dos bandos, es ley de cine.

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