“Soy de Buenos Aires, ¡y digo que les aniquilemos a todos!”
-Johnny Rico
-Johnny Rico
Dos años después del desastre de ‘Showgirls’, Verhoeven regresó al género que le había dado estabilidad en Estados Unidos, el de la ficción científica, llevando a la pantalla la adaptación de Edward Neumeier (que recordemos, había escrito el formidable guión de ‘Robocop’) de la famosa novela de Robert A. Heinlein ‘Tropas del espacio’. Un presupuesto elevado para una nueva película de acción y aventuras, pero Verhoeven se guardaba un as en la manga, ya que su nueva película iba a resultar una sátira feroz que poco o nada tenía que ver con el espíritu de la novela original.
Cuando se estrenó la película muchos se quedaron mudos (sobre todo, imagino, los productores de la misma), ante el despliegue de imaginación, pero también de mala uva reconcentrada, que despide esta película. Pocas veces se ha visto en el cine una superproducción tan cara y tan cuidada destinada a poner patas arriba las constantes del género, tanto sci-fi como bélico, un filme que funciona como una perfecta parábola de cualquier guerra del siglo XX, y que no deja títere con cabeza. Muchos creyeron que la cosa iba en serio, y denostaron la película. Al parecer, no tenían la inteligencia suficiente para comprender que no hay que tomarla en serio.
¿De verdad los productores pensaban que Verhoeven sería fiel a la novela original? En ese caso, una de dos, o son unos reaccionarios peligrosos o no se habían leído el texto de Heinlein. La novela está fenomenalmente escrita, pues Heinlein es un novelista de primera fila, pero el fondo y la forma son absolutamente fascistas. Es decir, justifican de manera aplastante la guerra, la invasión y la destrucción sin piedad del enemigo. Verhoeven, si por algo se ha caracterizado, no es precisamente por una ideología conservadora, por mucho que algunos miopes se empeñen.
La guerra como forma de vida
Un gran Casper Van Dien (actor que prometía mucho y que últimamente parece desaparecido) da vida a un pijo enamorado de una bruja que se mete en una guerra salvaje para impresionarla. Poco más o menos este es el punto de partida de una sátira delirante que dispara todo lo que se mueve, y para empezar el cine de adolescentes rubios y guapos y ricos y sus dramas estúpidos con sus chicas monas y cursis. El guión es inteligentísimo y Verhoeven no deja escapar ni uno solo de sus detalles, si no que los explicita en una puesta en escena elegante y transparente. Y de manera completamente natural pasamos de un universo de instituto a un universo bélico perfectamente coherente.
Verhoeven usa un género que desprecia, la sci-fi, para pasar de un tipo despreciable de representación cinematográfica a otra. Y es mérito que, a pesar de ello, las secuencias bélicas estén tan increíblemente bien filmadas. Porque Verhoeven es un directorazo, y lo demuestra con un sentido del ritmo reservado a muy pocos. La secuencia del primer desembarco de tropas en el planeta enemigo, que termina en una masacre, está a la altura de las grandes del género. Es un subidón de adrenalina (gracias también a la sensacional música del sinpar, y ya fallecido, Basil Poledouris) indescriptible, en una secuencia que podría haber filmado el Spielberg más inspirado.
Pero todas las secuencias de acción o suspense tienen ese nivel, con lo cual se establecen dos niveles plenamente complementarios y gozosos, el de la sátira y el de la aventura, y Verhoeven se mueve por cada uno de ellos con soltura y tremenda facilidad, excepto ya en la parte final, en la que parece que su mirada y su tono se contaminan del espíritu bélico del relato y pierde, de forma extraña, el tono satírico. Es como si, de alguna manera, se hubiera olvidado de lo que está contando, aunque le redime ese fantástico final en el que los entrañables soldados humanos celebran que el cerebro enemigo “tiene miedo”.
Y entre bloque y bloque, veremos unos desvergonzados clips informativos que son la cumbre del gamberrismo verhoeveniano, y que no comprendo cómo muchos espectadores pueden tomarse en serio. Pero ver a unos niños tomar cartuchos de balas de la mano de un soldado como si fueran golosinas, o viéndoles “participar” de la aniquilación del enemigo pisoteando cucarachas (recordemos cómo los altos mandos llamaban cucarachas al vietcong), es asistir a una violenta crítica al belicismo estadounidense (y por ende del resto del mundo), y a una despiadada descripción del risible ser humano. No hay compasión, pero sí muchísima diversión y muchísima épica.
Formidable película, muy superior a ‘Desafío total’, por ejemplo, por mucho que esta sea defendida con uñas y dientes por los aficionados, con la que Verhoeven podría haber cerrado su periplo estadounidense de forma casi inmejorable, en lugar de hacer con una película tan irregular como ‘El hombre sin sombra’.
Pero todas las secuencias de acción o suspense tienen ese nivel, con lo cual se establecen dos niveles plenamente complementarios y gozosos, el de la sátira y el de la aventura, y Verhoeven se mueve por cada uno de ellos con soltura y tremenda facilidad, excepto ya en la parte final, en la que parece que su mirada y su tono se contaminan del espíritu bélico del relato y pierde, de forma extraña, el tono satírico. Es como si, de alguna manera, se hubiera olvidado de lo que está contando, aunque le redime ese fantástico final en el que los entrañables soldados humanos celebran que el cerebro enemigo “tiene miedo”.
Y entre bloque y bloque, veremos unos desvergonzados clips informativos que son la cumbre del gamberrismo verhoeveniano, y que no comprendo cómo muchos espectadores pueden tomarse en serio. Pero ver a unos niños tomar cartuchos de balas de la mano de un soldado como si fueran golosinas, o viéndoles “participar” de la aniquilación del enemigo pisoteando cucarachas (recordemos cómo los altos mandos llamaban cucarachas al vietcong), es asistir a una violenta crítica al belicismo estadounidense (y por ende del resto del mundo), y a una despiadada descripción del risible ser humano. No hay compasión, pero sí muchísima diversión y muchísima épica.
Formidable película, muy superior a ‘Desafío total’, por ejemplo, por mucho que esta sea defendida con uñas y dientes por los aficionados, con la que Verhoeven podría haber cerrado su periplo estadounidense de forma casi inmejorable, en lugar de hacer con una película tan irregular como ‘El hombre sin sombra’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario